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4. Folclore: Las Rondas

Gavilanes, como todos los pueblos del valle, goza de un rico y variado folclore de canciones y ritmos para determinadas fiestas y actos. Hoy muchas de estas costumbres, por la saturación de diversiones (todos los días son fiestas en TV, cine y demás) y por su prosaico materialismo, los jóvenes de nuestro pueblo han olvidado que no hace muchos años bastaba una guitarra, un laúd, una bandurria, una bota de vino de pitarra y la sana alegría de los amigos para pasar toda la noche echando la ronda a mozas y menos mozas y regresar al alba cada uno a su casa sin gritos, peleas ni molestias para nadie.

Voy a intentar, en este capítulo, dar un repaso a nuestro chispeante y alegre folclore y a aquellas costumbres y tradiciones no hace muchos años vigentes y hoy sólo vivas en el recuerdo de aquellos que tuvimos la inmensa suerte de haberlas disfrutado.

La Ronda

Era costumbre ir de ronda por la noche todas las vísperas de fiestas señaladas y algunos otros sábados. En la ronda se concreta y archiva toda la sabiduría y tesoro de nuestro pueblo, porque sus coplas sintetizan las pasiones, amores y vida de sus gentes.

Al anochecer, las vísperas de ciertas fiestas se reunían los guitarreros y todos los mozos que tuvieran ganas de juerga y poco sueño, y allá se iban calle arriba, plaza abajo, callejuelas y alguna que otra taberna visitada, a recorrer todo el pueblo cantando y tocando.

Se comenzaba pidiendo permiso al alcalde, quien recomendaba lo de siempre: no beber en demasía, no gritar ni blasfemar y, sobre todo, no reñir ni pelearse. Concedida la licencia, se reunían en un punto determinado, generalmente en la plazuela de las cuatro esquinas,

«Anoche en la cuatro esquinas
me quisieron dar la muerte,
saqué mi puñal dorado
y corrieron los valientes»,


guitarreros y acompañantes. Se comenzaban a templar guitarras, laúdes y bandurrias, y al cabo de un tiempo, que al resto de los profanos nos parecía interminable, se procedía a cobrar la ronda a aquellos mozos que quisieran echar la misma a su moza o novia. Se llenaban las botas de vino y todos dispuestos ya, comenzaba el correcalles habitual.

Los instrumentos de tal orquesta lo componen el laúd y la bandurria, que llevan la voz tonante, y el contrapunto, la guitarra; otros instrumentos, como el triángulo o hierros, y sobre todo el calderillo, proporcionan un característico y magistral compás, y hasta objetos tan poco ortodoxos como la botella de anís vacia, rascada con un cuchillo o cuchara, podía incorporarse a la orquesta. Cantaores eran todos los componentes de la ronda y aquellos otros de los acompañantes que se atreviesen a proclamar sus habilidades cantoras y gorgojiles, pues a nadie se le prohibía echar su cante por mucho que desentonara, eso sí, había que pedir la vez, y al grito de ¡voy! comenzaba la cantinela.

Se compone la ronda de variado, rico y diferente repertorio: seguidillas, jotas, cantares y romances. Se comenzaba el recorrido con los «cantares» y seguidillas para pasar a las jotas:

«...de seguidillas
pasemos a la jota
que es la que brilla».


En aquellas casas que había mozas o novias se les cantaha el «romance», terminando con la dedicatoria del mozo enamorado:

«Si quieres saber, "Tal",
la ronda quién te la ha traído,
ha sido "Cual",
por lo mucho que te ha querido».


Y allí era el abrir la puerta del balcón y la enamorada moza, aún soñolienta, salir en camisón a dar las gracias al personal, mientras el padre de la afortunada ha abierto la cancela y con una jarra de «bon vino» invita a la compañía. Y así, entre tragos, cantares y algún que otro tropezón en los cantos de la calle, se aguantaba el tipo hasta el alba:

«Vámonos a acostar,
que las cabrillas
ya van altas».


Y todos, guitarreros y acompañantes, soñolientos y cansados pero felices, se iban a la merecida cama.

Cantos de Ronda

Ayer me dijiste que hoy,
hoy me dices que mañana,
y mañana me dirás
que de lo dicho no hay nada.

Si quieres que yo te quiera,
habrá de ser con el ajuste
de que tú no hables con nadie
pero yo con quien me guste.

Por esta calle que vamos
tiran agua y salen rosas
y por eso la llamamos
la calle de las hermosas.

Si piensas que he de llorar
porque me has aborrecido,
yo no te aborreceré
porque nunca te he querido.

Echaremos una copla
por encima de un nogal,
a Dios le pido salud
para todos en general.

A la puerta de un ciego
cantaba un mudo,
y otro ciego le miraba
con disimulo.

Anoche en las cuatro esquinas
me quisieron dar la muerte,
saqué mi puñal dorado
y corrieron los valientes.

Mocitas, si queréis novio
hacedle de hierbabuena,
que los mozos de este pueblo
no salen de la taberna.

Que viva Pedrobernardo,
que viva Mijares,
que vivan los pecicuelgos
de mi Gavilanes.

Los hombres son unos falsos,
lo digo porque lo sé;
si alguno me está escuchando,
también lo digo por él.

El tomillo salsero
es muy malo de arrancar,
y los primeros amores
imposibles de olvidar.

¿Cómo qieres que te quiera
y que te tenga cariño,
si cuando voy a tu casa
tu madre riñe conmigo?
Ni contigo, ni sin ti,
tienen mis penas remedios;
contigo porque me matas,
y sin ti porque me muero.

Al subir el Puerto Mijares
eché la vista a lo largo.
¡Ay pueblo de Gavilanes,
qué lejos te vas quedando!

Una vieja sin dientes
dijo al pan duro:
Si te pillara en sopas,
yo te aseguro.

En este pueblo no hay mozos,
y si los hay no los veo,
estarán en la cocina
atizando los pucheros.

Dime, palomita blanca,
dónde tienes el nido.
En una sierra nevada,
en un almendro florido.

Gavilanes, ¡tente, tente!,
que Mijares ya cayó,
y al pobre de Pedro Bernardo
le han dado la Extremaunción.

No quiero cielo sin nubes,
ni jardín que no dé flores,
ni tierra que no se labre,
ni mocita sin amores.

Soy pájaro zarzalero
que me meto en los zarzales,
y en tu casa no me meto
porque no quieren tus padres.

En Pedro Bernardo el buen vino;
en Serranillos, las patatas,
y en Gavilanes las mozas
si no anduvieran descalzas.

A la mujer que yo ronde
que no me la ronde nadie,
que soy de la sierra Gredos
y la quiero para casarme.

Esta noche voy de ronda,
madre, sáqueme usted el palo,
tengo la novia bonita
y son muchos los contrarios.

Esta noche voy de ronda,
de ronda por la calle,
que duerma el que tenga gana,
que yo no me meto con nadie.
De todas la despedidas
es la mía la más alta:
adiós, clavel; adiós, rosa;
adiós, matita de albahaca.

Allá va la despedida
por encima de un tejado,
gloria al Padre, gloria al Hijo,
gloria al Espíritu Santo.

Que ya no va la niña
a por agua a la fuente,
que ya no va la niña,
que ya no se divierte.

Jardín que no tiene flores,
noche que no tiene luna;
niña que no tiene amores,
son tres cosas y ninguna.

Dos cosas tiene Gavilanes
que no las tiene Madrid,
el Cotano y Tinajero
y Francisco el alguacil.

En medio de la plaza
cayó la luna,
se hizo cuatro partes
y tú eres una.

Piensan los enamorados,
piensan y no piensan bien,
piensan que nadie los mira
y todo el mundo los ve.

Asómate a esa ventana,
cara de jazmín florido,
que te ha venido a rondar
el que ha de ser tu marido.

Mozos viejos: acostar
y guardar vuestros puñales,
porque ha salido esta noche
la ronda de los chavales.

Eres bonita por fuera,
por dentro nadie lo sabe,
eres mi prenda adorada
del pueblo de Gavilanes.

La despedida te doy,
la despedida te voy dando,
ésta sí que es despedida,
que me despido cantando.

Estribillo

¡Olé, morenita, y olé,
y adiós, niña, hasta mañana!





Qué va delante de la Luna,
aquel lucerillo, madre,
qué va delante de la Luna,
es el que me guía a mí
la noche que voy de tuna.

Canta que se vuelve loca,
la perdiz canta en el palo,
canta que se vuelve loca,
porque tiene la nariz
encimita de la boca.

En la sierra canta el cuco,
en la torre la cigüeña,
el gallo en el gallinero
y el borracho en la taberna.

Quién viene por allí arriba,
quiénes serán aquellos hombres
que vienen por allá arriba,
si serán los resineros
que vienen de la resina.

Y adiós hasta la primera,
siempre que te vas me dices,
y como no me dices cúando,
siempre me dejas con pena.

Dulces como el caramelo,
todas las Marías son,
y yo, como soy goloso,
por una María me muero.
En el pico llevas flores
y eres águila real,
en el cuello gargantillas
y en el corazón amores.

Cuando bajo a la Cantina
y paso por el Castaño,
me acuerdo de las fatigas
que yo pasé tantos años.

La ronda de la alpargata
esta noche va a salir,
la ronda de la alpargata;
si sale la del zapatero,
armaremos zaragata.

A recoger los puñales,
mozos viejos a acostar,
que esta noche va a salir
la ronda de los chavales.
Mozos viejos a acostar.

A las dos la golloría,
a la una canta el gallo,
a las dos la golloría,
a las tres el ruiseñor
y a las cuatro ya es de día.

Por la mañana temprano,
el día que no te veo,
para mí no sale el Sol,
el día que no te veo,
todo el día está nublado.
Cuando paso por Las Torres,
y bajo por el camino,
me acuerdo de mi morena,
que vive en los Capuchinos.

Cuando te veo ir a misa,
con tu libro y tu rosario,
te pareces a María
cuando iba al Calvario.

Una rosa compré en Francia,
y un clavel en Inglaterra,
un geranio en Argentina
para dárselo a mi morena.

En tu puerta puse un pino,
y un rosal en tu ventana,
para cuando te levantes
tengas rosas encarnadas.


Estribillo

Que no va la niña,
que no se divierte,
que no va la niña
a por agua a la fuente,
a por agua al venero,
que no va la niña,
que ya no la quiero.





Aragonesa es la Luna,
aragonesillo el Sol,
aragonesa es la dama
que adora mi corazón.


A la puerta del molino,
molinero es quien canta,
con el polvo de la harina
tiene ronca la garganta.


Ese que ha cantado ahora
tiene la voz de cabrero,
tiene la voz muy ronca
de beber de los regueros.


Si comieras chicharrones,
si te quieres venir, vente,
que he matado un ceboncillo
que pesó tres cauarterones.


Escalones de la Iglesia,
cuántas ligas habéis visto,
cuántos pecados mortales
habéis cometido a Cristo.


Que ha de ser mi sepultura
el cajón de mi guitarra,
las cuerdas serán campanas
y las clavijas los curas.


Posóse en una palangana
un pajarillo de oro,
mira si estaba bonito,
pero tu cara le gana.
María, si vas al huerto,
no te pongas zapatillas,
que con la flor del romero
se te ponen amarillas.


Por la otra doy la vuelta,
por esta calle que voy,
si alguna me quiere algo,
que deje la puerta abierta.


Ya se acabó mi alborozo,
amigos ya me casé,
la guitarra y la bandurria
ya se la entregué a los mozos.


En Talavera nací;
en Pedro Bernardo vivo,
y en el pueblo Gavilanes
tengo todo mi cariño.


Me llaman la civilera
en mi casa las vecinas,
porque en mi casa los civiles
no pasan de la escalera.


El oír una guitarra
es tanto lo que me gusta,
que dejo la cama y el sueño
y me voy a acompañarla.


Cuando se murió mi abuela,
a mí no me dejó nada,
y a mi hermano le dejó
asomado a la ventana.
Aunque me tire cantando
tres meses con tres semanas,
no canto un cantar dos veces
porque no me da la gana.


Mi novia tiene una viña
delante del sol que sale,
ni la cava ni la poda,
ni tampoco la vendimia.


Si yo me volviera galgo,
y tú fueras la vereda,
si tú fueras liebre,
armaríamos polvareda.


El cura de Serranillos
y el sacristán de mi pueblo
hacen los hijos a medias
y los parten por San Pedro.


A medias con un serrano
subí a la sierra y sembré,
y luego vine a coger
mucha paja y poco grano.


Debajo de la retama
tiene la cama el conejo,
la mujer que no sea buena
se la rodea el pellejo.


Allá va la despedida,
que me la manda un amigo,
en algunas ocasiones
él me sirve y yo le sirvo.





Anoche me acosté chispo
encima de un hormiguero
y las hormigas me llevaron
hasta el puente Abraero.

En lo alto de la Sierra,
llora Evaristo,
porque se le ha muerto un chivo
de los más listos.

Gavilanes y Mijares
son dos pueblos hermanos,
que corren en su garganta
los arroyos y los prados.
Gavilanes tiene cosas
que no se puden decir,
el que quiera comprobarlas,
que se pase por aquí.

Hasta Pedro Bernardo
van mis suspiros,
cuando llegue al Lancho
ya van rendidos.

Gavilanes siempre ha sido
lo mejor del valle Tiétar,
por sus prados y sus picos
y el agua que hay en su sierra.
Asómate a la ventana,
cara de guinda madura,
que parecen tus colores
a los de la Virgen pura.

A los pueblos de este valle,
yo les quiero saludar,
en nombre de Gavilanes,
para que vivan en paz.


Estribillo

¡Olé, resalada, y olé...!


Cantos de Jota

Eres chiquita y bonita,
eres como yo te quiero,
eres la mejor naranja
que cuelga del naranjero.

Cuando paso por tu puerta
y te veo en el balcón,
pido a Dios que te caigas,
para recogerte yo.

¡Ojalá le caiga un rayo
al que toca la guitarra!,
y en el aire se le vuelva
mocita de quince años.

Con ser la ciudad tan grande,
Madrid con ser Madrid,
sale el sol por la mañana
y se pone por la tarde.

La calle del barrio abajo,
la calle del barrio arriba,
pero más muerto me tiene
el barrio de la Olivilla.

Como quieres que te quiera
y ponga mi amor en ti,
si eres como la veleta,
hoy aquí, mañana allí.

Yo te quería a ti sola
y tú no querías amor,
tú querías repicar campanas
y andar en la procesión.

Tienes unos ojos, niña,
que en ellos me miro yo,
no los cierres que me matan,
no los cierres, ¡ábrelos!

Asómate a la ventana
y saca esa mano de plata,
que te la quiere besar
el que toca y el que canta.

Adiós, rosita encarnada;
adiós, pulida azucena;
adiós, matita de albahaca,
y adiós, pie de yerbabuena.

Anoche en la tu ventana
tuve sueño y me dormí,
y los gallos me despertaron
cantando el ¡kiri-ki-kí!

Cojo pan y voy comiendo,
cuando paso por tu puerta,
para que no diga tu padre
que de verte me mantengo.

Que yo no voy al estanco,
dame de fumar si tienes,
que hay una perra que muerde
al tiempo de dar los cuartos.
Parece que tiene duende,
el humero de mi casa,
arriba parecen seis,
y arriba parecen nueve.

En lo alto de la sierra
lo moreno es lo que vale,
lo blanco lo quema el sol
y a lo colorado el aire.

Más vale una serrana
criada entre los corrales,
que todas las madrileñas
en todos sus arrabales.

En enero no hay claveles,
porque los marchita el hielo,
pero los hay en tu cara
que parecen dos luceros.

Eres más hermosa, dama,
que la nave en el collado,
que la azucena en el huerto,
las palomas en el prado.

Allá va la despedida,
la que echan los segadores,
con la hoz en la mano
y adiós ramito de flores.

... y con ésta me despido.





A tu puerta hemos llegado,
veinticinco y la cuadrilla,
si quieres que nos sentemos
saca veinticinco sillas.

Asómate a esa ventana
y echa los rizos al aire,
y verás cómo te cuelgan
de cada cabello, un ángel.

Allá va la despedida,
del cielo cayó una jota,
en mi vida he visto yo,
despedida más hermosa.

Qué tienes en ese pecho
que tan ricamente huele,
una matita de albahaca
prendida con alfileres.
Allá va la despedida,
del cielo cayó una liebre,
en mi vida he visto yo,
despedida más alegre.

Esa mata de claveles
que tienes en la ventana,
si la riegas esta noche,
claveles tendrás mañana.

Las tejas de tu tejado
lloran a lagrima viva,
al ver que se va acercando,
morena, la despedida.

Debajo de tu ventana
está la luna parada,
que no la deja pasar
la hermosura de tu cara.
De tu puerta a la Iglesia,
voy a poner un rosal,
para cuando vayas a misa,
tengas rosas que cortar.

A la iglesia para rezar,
no me canso de subir,
como soy un buen cristiano
no me falta voluntad.

A trabajar dónde iremos,
si se queman los pinares,
que son nuestro medio de vida
y mantienen a todo un pueblo.





Si fuera clavito de oro
donde cuelga el candil,
para verte desnudar
y por las mañanas, vestir.
Me despido de una rosa,
me despido de un clavel,
me despido de una rosa
y hasta mañana, otra vez.
Toda la noche he venido
con mi mulilla al galope,
por ver si podía dar
en la tu ventana un golpe.
¡Arriba, jardín de flores,
toda la noche he venido!

Jota / Seguidilla

Me corté un dedo
al pasar por Sevilla,
me corté un dedo,
y una sevillanita
me ató un pañuelo.
Me ató un pañuelo,
y detrás del pañuelo
que tú me distes,
muchos años vivas,
sevillanita.
Que me despida,
mis amigos me mandan
que me despida,
los ojos me lloran agua
de lágrimas vivas.


Jota rabiosa

Porque le adorna el paisaje,
Gavilanes es bonito,
porque le adorna el paisaje.
Los piornos en la sierra
y abajo los olivares
Gavilanes es bonito.

Se guían los marineros
por la estrellita del Norte,
se guían los marineros.
Yo me guío por tus ojos,
que parecen dos luceros,
por la estrellita del Norte.
Ele, ele, ele, ele, mi novia no es morena,
que tiene el color trigueño,
y cuando me arrimo a ella
en seguida le da sueño,
en seguida le da sueño,
mi morena no es morena.

Y ahora vamos a beber,
allá va la despedida,
ahora vamos a beber.
El vino da fuerza al hombre
y a las mujeres también,
y a las mujeres también.
¡... y con ésta me despido!

Cantos de seguidillas

De los jardines, de los jardines,
de los jardines, de los jardines,
tienes, blanca azucena,
en los labios dibujado
dos puros serafines.

Tú te saliste, tú te saliste,
tú te saliste,
al entrar en la iglesia,
tú te saliste,
y se quedó la iglesia,
florida pero triste.

Picó en tu boca, picó en tu boca,
un pajarilla alegre, picó en tu boca,
creyendo que tus labios
eran dos rosas.





Vienen bajando,
por el risco La Peña
vienen bajando,
unos ojitos negros
de contrabando.

En arenales,
si supiera que arabas
en arenales,
te daría mis cabellos
para ramales.

Como vives en alto,
vives airosa,
por eso te has criado
tan buena moza.

Con un pie en el estribo
y otro en la arena,
me despido diciendo
¡adiós, morena!

Tres puertas tiene la Iglesia,
entremos por la de allá,
y hagamos una reverencia
a Jesús en el altar.
Y andas arando,
en las vegas del río
andas arando,
de rosas y claveles
las vas sembrando.

Corre la liebre,
por los bajos del Cerro
corre la liebre,
pero más corre mi galgo
que la detiene.

Los de tu mano,
ya no se llaman dedos
los de tu mano,
que se llaman claveles,
cinco en un ramo.

Ya me despido,
con esta seguidilla
ya me despido,
y me cambio a la jota
todo seguido.

De campanario, de campanario,
de campanario,
como vives enfrente,
cuando tocan a misa,
vas al rosario.

En una ermita,
un pajarilla entraba
en una ermita,
entraba y se bebía
el agua bendita.

Cuando tú entras,
la iglesia se ilumina
cuando tú entras,
y se llena de flores
donde te sientas.

Si no lo sabes,
a decírtelo he venido
si no lo sabes,
que eres la más bonita
de Gavilanes.

No para siempre,
y adiós, que me voy, niña,
no para siempre,
que mañana a la noche
volveré a verte.

Cantos de veratas

Estas sí que son veratas,
que han venido de Jaraíz,
de Jaraíz a Talavera,
desde Talavera aquí.

Yo no digo que mi barca
sea la mejor del puerto,
pero sí digo que tiene
os mejores movimientos.
l Detrás de aquella montaña
hay un lucero escondido,
si la vista no me engaña
es la Virgen del Rocío.

Aunque cante la verata,
no soy de la Vera, no,
que soy de Gavilanes
y me tira la afición.
Anoche cuando dormía,
soñe, bendita ilusión,
que una fontana corría
dentro de mi corazón.


Cantos de rondeñas

Para dormir al chiquillo,
los pastores en la sierra,
para dormir al chiquillo,
en vez de cantarle el «coco»,
le cantan un fandanguillo
y le duermen poco a poco.

Qué llevas en las enaguas,
con ese pico uri-uri
qué llevas en las enaguas;
parece que va discurriendo
debajo un rosal, el agua,
con ese pico uri-uri.

La que echaron en Teruel,
allá va la despedida,
la que echaron en Teruel.
Echaron el Cristo al agua,
porque no quería llover,
y alla va la despedida.

De los árboles frutales,
el olivo es el mejor,
porque del olivo sale
para alumbrar al Señor.
De los árboles frutales.

Viene, ya viene mi amor,
rondeña viene cantando,
viene, ya viene mi amor,
cada vez que te oigo, rondeña,
se me alegra el corazón,
rondeña viene cantando.

Cantan y bailan solos,
los pastores en la sierra
cantan y bailan a solas,
y arrimada a una retama
han ofertado a una señora,
los pastores en la sierra.

Dónde te la has aprendío,
la rondeña malagueña,
dónde te la has aprendío,
a la orillita del río
y a la sombra de una peña.

Por allí viene mi barco,
lo conozco por la vela,
y una palomita me trae
recuerdos de mi morena.
Por allí viene mi barco.





Cómo quieres que una luz,
cómo quieres que una luz,
alumbre dos aposentos,
cómo quieres que yo adore
dos corazones hambrientos.
Tanta nieve, nieve, nieve, nieve,
las palomas en el prado,
yo cantando soleares,
dime, niña, si tú me quieres.
Allá va la despedida,
la que echan los labradores,
surco arriba, surco abajo,
adiós, ramito de flores.



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