Autoridades, etc.
Muchas gracias por el honor de dirigirme a todos ustedes, en
representación de mis compañeros alcaldes homenajeados hoy con
esta Medalla de Plata a la que no aportamos más mérito que 25
años de servicio a nuestros pueblos.
Aunque en algunos casos han sido casi 50 años de servicio, como Licinio,
en Cuevas del Valle, o con otros muchos más años de concejal,
como es el caso de Moisés, en Lanzahíta, que yo conozca.
Esta medalla que ahora nos entregáis se la merecen mucho más
nuestras esposas, nuestros hijos y nuestros familiares y amigos, pues son ellos
los que más han sufrido tanto nuestra ausencia como nuestra presencia en
la boca de algunos y no precisamente para llamarnos guapos. Ellos han dado
muchas veces la cara por nosotros, siempre nos han animado y en otras han
reemplazado o disculpado nuestra ausencia en la vida familiar. Podéis
estar seguros que sin su apoyo esta permanencia sencillamente habría
sido imposible.
Muchas gracias también, porque entendemos que en nosotros se está
haciendo un homenaje a tantos otros compañeros que como concejales o
alcaldes han entregado también muchos años de su vida al servicio
de sus pueblos.
Y no sólo desde puestos de alcaldes y concejales. ¿Cuántos
otros llevan trabajando en política todo este tiempo, en la
dirección y administración de los partidos, de forma
anónima? ¿Cuantos amigos y compañeros de todos los partidos
políticos, que con su esfuerzo y trabajo diario han permitido y permiten
que los pueblos funcionen razonablemente bien?
Hace unos días me preguntaban qué hay que hacer para mantenerse
25 años de alcalde. Yo creo que cada uno tiene su truco. Todos parten de
un afán de servicio a sus pueblos. Pero ese afán puede tener
diferentes orígenes según la sensibilidad de cada cual.
Yo voy a explicar la mía. Como todos sabéis, yo soy
católico, y el compromiso con esa fe me obliga al servicio a los
demás, servicio que en estos años he encauzado también a
través del trabajo político.
Yo sé que actualmente esta declaración no entra en lo
políticamente correcto, pero como todos sabéis que yo nunca he
sido políticamente correcto, pues lo digo y bendito sea Dios.
¿Y cómo se traduce esto en la práctica? Pues queriendo a la
gente.
Porque en el fondo lo nuestro, lo de todos nosotros, es una historia de
amor.
Sobre todo porque hay algunos a los que hay que querer mucho para poderles
aguantar.
Pero ésa es la clave para que tu pueblo prospere y viva tranquilo y en
paz.
Tú los quieres a todos: al que te quiere como al que no te quiere, y
todos contentos.
Fijaros que todos representamos a pueblos pequeños y sin grandes
conflictos, pueblos tranquilos y pacíficos.
Desde un pueblo pequeño no se puede decir no a ningún problema
que tenga un vecino, porque normalmente no tienen otro sitio a donde
acudir.
Si nosotros contáramos las barbaridades que más de una vez hemos
tenido que hacer para ayudar o solucionar una situación límite en
alguna familia, yo creo que los "grandes hermanos" de la
política empezarían a entender lo que es un ayuntamiento
pequeño. Lo que son el 90% de los ayuntamientos de España con
menos de 1000 habitantes.
Tanto el Estado, como las Autonomías, hacen leyes que luego tienen que
aplicarse a la vez en Madrid como en Flores de Ávila.
Cuándo se darán cuenta, esos grandes hermanos, que casi el 50% de
los ayuntamientos de España tienen un único funcionario, el
secretario, el heroico secretario, que muchas veces lo primero que tiene que
hacer por la mañana es ponerse a barrer la oficina para no
mancharse.
Como siempre dice mi amigo Moisés, hay que hacer políticas
positivas para hacer más fácil la permanencia de nuestra gente en
nuestros pueblos.
A veces ya ni siquiera pedimos industrias ni trabajo, sino simplemente que no
se nos quiten las pocas y pequeñas cosas que hacen la vida aceptable en
nuestros pueblos.
Por ejemplo. ¿Qué necesidad hay, o qué razones misteriosas
existen, para que a Mijares, Pedro Bernardo y Gavilanes se les eliminen las
paradas del coche de línea en sus respectivas cantinas en la carretera a
Madrid? Paradas que se venían produciendo desde el tiempos de Viriato y
que ahora se nos diga que, como puede ser peligroso para la gente cruzar la
carretera, la única forma de que se nos conceda una parada es hacer un
túnel o un paso elevado. En el resto de las cien paradas que tiene la
línea no es necesario. En nuestro caso, sí.
Por más que protestamos el autobús pasa de largo.
Parece que los derechos ya no nos corresponden por ser españoles, sino
por estar empadronados en un pueblo u otro. Cuánta gente que vive en
nuestros pueblos no se empadronan para no perder sus derechos de ser atendidos
en un hospital de Madrid, donde viven sus hijos, o por cualquier otra ventaja o
prestación.
También es verdad que muchas cosas en el medio rural van mejorando. Los
avances tecnológicos reemplazan muchas veces las distancias.
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Yo mismo lo pude
comprobar hace tres días cuando ante una pequeña
indisposición se llamó a los servicios de urgencia: en menos de
15 minutos al enfermo le estaban haciendo un electro por teléfono y en
poco tiempo lo estabilizaron con diferentes controles que hace unos años
eran impensables en tu propia casa.
El Sintrom ya se administra en muchos pueblos sin necesidad de
desplazamientos.
Pero eso no quita que no pidamos que se siga mejorando la atención en el
Hospital Provincial, que se le dote con más y mejor personal, que se
lleven más especialidades a los Centros de Salud Comarcales, porque eso,
unido a los convenios con hospitales de provincias vecinas, como el
recientemente firmado con el de Talavera de la Reina, hacen que mejoren
sustancialmente la calidad de vida en nuestros pueblos.
Existen muchas acciones políticas que se pueden hacer para mejorar la
vida de nuestros pueblos. Principalmente, menos tener que mendigar
subvenciones, menos burocracia y más transferencias corrientes para
poder administrar mejor nuestro futuro. Cuántas veces hemos hecho un
puente cuando lo que necesitábamos era una fuente, pero ese año
el que daba era para puentes y no para fuentes. Todos me entendéis,
¿verdad?
Quiero recordar aquí un caso del que me siento especialmente orgulloso
de mi paso por la Diputación de Ávila en la segunda presidencia
de Daniel de Fernando. Fue una moción en voz que el día del
nacimiento de mi hijo Andrés hice en el pleno que se estaba celebrando
en ese momento.
La moción, que fue aprobada por unanimidad, pedía se instara al
gobierno de la nación que modificara la ley de registro civil que
obligaba a los padres a inscribir a sus hijos en el registro de la ciudad donde
nacían, es decir, donde estaba el hospital, y no en el pueblo donde
vivían sus padres y donde habían sido concebidos, con lo que ya
en aquellas fechas apenas existían jóvenes menores de 25 o 30
años que pudieran decir con propiedad que eran de Gavilanes, o del Barco
de Ávila, o de Madrigal de las Altas Torres: todos eran de Ávila,
de Madrid o de Talavera, aunque no hubieran vivido allí ni un solo
día.
Como sabéis, la moción prosperó, y aunque nunca supe
qué parlamentario la sacó adelante, la ley se cambió y ya
hace años que los niños pueden inscribirse como nacidos en el
pueblo donde fueron concebidos por sus padres.
Veinticinco años dan para mucho. Si ahora hiciéramos una
tertulia, cualquiera de nosotros tiene anécdotas para estar todo el
día aquí contándolas y seguir la semana que viene.
Para terminar toca la hora de los agradecimientos.
Nuestros pueblos siempre han dependido de la Diputación. Ella ha
impulsado el progreso de nuestros pueblos desde la época gloriosa de
Daniel de Fernando, y lo digo sin ningún tipo de ironía, 24
diputados de 25 es para el libro Guinness. Daniel tenía la provincia y
sus problemas en la cabeza, pasando por la breve de Ricardo Bustillo; etapas
más recias como las que le tocó vivir a nuestro recordado
Jesús Terciado, o la época revuelta que sufrió Alfredo
Barranco, o la más técnica, con un perfecto control de todas las
cosas, con Sebastián, o la más popular del actual Agustin, donde
por fin es presidente de la Diputación el alcalde de un pueblo
pequeño, que conoce y sufre en carne propia todos nuestros problemas y
los tiene que solucionar igual que el resto de nosotros, es decir, como
puede.
Desde siempre la Diputación ha estado al quite de los graves problemas
que de vez en cuando afectan a nuestros pueblos: incendios, inundaciones,
plagas, etc.
Muchas gracias por estar cerca de nuestros pueblos.
También gracias a la Junta de Castilla y León. Todos recordamos y
agradecemos las actuaciones de José Manuel Fernández Santiago y
de otros consejeros y de otros cargos, en beneficio de la provincia de
Ávila y nuestros pueblos.
Muchas gracias a nuestras parroquias y sus párrocos por su inestimable
colaboración en el día a día de los pueblos, en sus
fiestas, en el mantenimiento de nuestras tradiciones o en muchos actos
oficiales.
Muchas gracias a la Guardia Civil, siempre atentos en la protección y
seguridad de los vecinos de las zonas rurales: ellos son la primera ayuda en
todos nuestros pequeños o grandes desastres.
Gracias a todos los procuradores y parlamentarios nacionales, diputados y
senadores, que antes, ahora y en el futuro, y a pesar de sus diferentes
criterios políticos, trabajaron y siguen trabajando honrada e
incansablemente por nuestros pueblos. A todos ellos, nuestro reconocimiento y
agradecimiento.
Muchas gracias a nuestros vecinos por habernos aguantado todos estos
años, desde aquí les pedimos perdón por todo aquello que
no hayamos sabido hacer bien y que procuraremos hacerlo mejor los
próximos 25 años.
Muchas gracias a la provincia de Ávila por honrarnos con esta
distinción por lo que no ha sido más que cumplir con el
compromiso que en su día voluntariamente contrajimos con nuestros
pueblos.
Y como ya sabéis que el amor tiende a ser eterno y que lo nuestro, como
os decía al principio, es una historia de amor, sólo me queda
desear que lo que han unido las elecciones, no lo separe la
política.
Muchas gracias.
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